Plantado en la esquina de Bulnes y
Perón desde 1893 (frente a la plaza Almagro, que conserva su vieja calesita) el
bar ocupa desde sus orígenes una modesta construcción de estilo colonial, con
carpinterías de madera y paredes de gruesos ladrillos que siguen de pie. Dicen
que en el comienzo fue una posta del antiguo Camino Real y que más tarde el
lugar se hizo conocido como la Casaquinta, una parada obligada para los
carreros que iban al Mercado de Abasto. Hacia 1923 la propiedad fue adquirida
por Francisco Pérez, un inmigrante asturiano que lo convirtió en almacén de
ramos generales con un despacho de bebidas entonces bautizado "Bar 12 de
Octubre", según consta en las actas municipales. En ese salón sencillo
cantó nada menos que Carlos Gardel, además de haber sido uno de los reductos
preferido del pianista y compositor Osvaldo Pugliese, entre otros célebres
personajes de la cultura local que ocuparon sus mesas. Conservaba entonces los
muebles típicos, en especial el consabido mostrador de madera con altura
suficiente para acodarse (cosa que no permiten las barras), la caja
registradora y las estanterías repletas de botellas con etiquetas afines al
paladar nacional, léase, Fernet Visconti, Cogñac Tres Pumas y Ginebra Bols,
entre otras.
A mediados de la década del 60 el
negocio quedó a cargo de Jorge y Roberto, hijos del fundador. Fue cuando se
volvió un reducto 100% tanguero donde se consagraron grandes figuras del
ambiente como Osvaldo Peredo y Ariel Ardit, ídolos de una legión de jóvenes
parroquianos que a comienzos del siglo XXI empezaron a mezclarse con los clientes
de toda la vida. Para muchos nostálgicos, en sus mejores tiempos, la noche
arrancaba en lo de Roberto y terminaba milongueando en el Club Almagro, a
cuadras del bar.
Fuente: Marina Gambier para La Nación
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